Los Desmayadores
Consistía en respirar profundamente y mas rápido de lo que uno usualmente respira, cuando se hace de manera profunda. Como hiperventilar, pero a propósito. Lo hacías recostado de una pared, de espaldas. Si eras de contextura normal a gruesa, también era necesario que te agacharas y levantaras, una y otra vez, para potenciar el efecto. A ambos lados de ti se situaban dos personas para evitar que te hicieras daño. Cuando comenzabas a sentir mareo y una especie de rubor en la cara, te detenías y te quedabas de pie, con los brazos abiertos en cruz. Un tercero se colocaba frente a ti, juntaba sus manos con los puños cerrados y presionaba fuertemente contra tu caja torácica. El efecto era inmediato. Caías desmayado.
Era fascinante. Antes de desmayarse, en la cara se dibujaba toda la emoción y expectativa de soñar y por supuesto, poder recordar el sueño. Algunos, como Evia, hacían un ruido horrible, como si hubiera vaciado todo el aire de sus pulmones en un ronquido macabro. A nosotros nos daba risa. Juan no hacía ruido, pero era el más difícil de desmayar porque era robusto y algo gordo. También solía golpearse porque era muy difícil mantenerlo de pie entre los tres. Salcedo siempre se quedaba con una sonrisa, y era fácil acostarlo encima de nuestros bolsos, como lo hacíamos con todos, porque era delgado. Yo supuestamente no hacía ruidos.
Cada uno soñaba cosas diferentes e interesantes. Juan soñaba con sus padres, y su mamá solía tener la cara de otra persona. Era sobreprotegido y sus padres lo traían y recogían todos los días. Cuando lo conseguían sucio o sudado, lo reprendían sin muchas reservas delante de nosotros. Salcedo soñaba con chicas, especialmente con Susana, una muchacha alta y voluptuosa que estudiaba con nosotros y era hija de portugueses. Cuando la veíamos, le tiraba besos y le picaba el ojo. Evia contaba historias inconexas, que sucedían en la recién inaugurada estación Metro de Las Adjuntas, donde de pronto aparecía la sala de su casa.. y era de noche.. mientras él desayunaba flotando en el aire.. un collage de lugares y situaciones absurdas. Algunas veces siniestras, otras veces cautivadoras. Todos esperábamos a que despertara el desmayado para que nos contara su sueño. Yo soñaba con mi casa en Caracas, la mayoría de las veces. Mi familia se había mudado meses atrás a Los Teques. La extrañaba mucho. A diferencia de los sueños que sucedían mientras dormías, los sueños durante el desmayo se sentían tan claros y lúcidos, que parecían mas recuerdos que sueños. También soñaba con Juan, de manera romántica, pero nunca se lo conté a ninguno de ellos. Tenia 12 años. El mayor de nosotros tenía 14. Estudiábamos segundo año del bachillerato. Nos hacíamos peinados con espuma de jabón azul para lavar ropa. Vestíamos pantalones rotos en las rodillas y pañuelos gigantes doblados como cinturones. Pretendíamos ser modernos. Usábamos palabras y frases como unisex, breakdance, generación halley, post-rock, vans, converse, punk, guerra de minitecas y salsa erótica. Transcurría 1985.
Jugábamos Dominó cada vez que desmayábamos a alguien. Generalmente solo pasaba una o dos partidas antes de que despertara el desmayado. El ruido de las piezas contribuía. Raras veces desmayábamos a más de dos de nosotros cuatro, porque después del desmayo te levantabas muy aturdido y no tenías muchas fuerzas para sostener a otro más desmayándose, particularmente a Juan. No teníamos idea de que tanto se practicaba en el liceo, pero una vez al salir del comedor al mediodía, vimos a un grupo desmayando a alguien contra un árbol de los alrededores y luego posándolo cuidadosamente en la grama. Así que si bien no era del dominio público, tampoco era un secreto.
Un día nos jubilamos1 de clase para ir a jugar Dominó y fumar cigarrillos en casa de Antonio, un muchachito judío que era hijo del dueño de la única zapatería de Las Adjuntas. Esa tarde escuchábamos She's so Inusual de Cindy Lauper y varios cassetes con mezclas de minitecas, que eran de Salcedo. La azotea de la casa tenía una vid y el techo era de plástico translúcido de color verde. Fumar Astor rojo, bajo ese techo, era como estar en Júpiter. Yo no le veía nada a fumar, ni siquiera ese estatus de hombre adulto que se suponía que confería. Cuando nos despedíamos, comprábamos chicle de menta para disimular el aliento, y mas de uno oraba en silencio que sus padres no lo descubriera. En esa época, si te veían fumando en la calle, hasta los transeúntes te regañaban. Por eso lo hacíamos en los salones del liceo donde sabíamos que iban a dar clases. O en la casa de Antonio, porque su papá pasaba todo el día trabajando.
Salcedo, Juan y Evia se quedaron jugando, mientras Antonio y yo bajamos a comprar fosforitos2. Éramos unos rufianes. Nos encantaba irnos por las calles a tirar fosforitos para luego salir huyendo. Esperábamos un poco después de encender uno y luego se lo tirábamos a transeúntes desprevenidos. Por debajo de los carros, con gente dentro de ellos. En las colas del supermercado. A los pies de los que se acumulaban frente a la tienda de discos (si, de acetato). Cuando encontrábamos a otro grupo del liceo, era el infierno en la tierra. Hacíamos una guerra de fosforitos. Terminaban ofreciéndonos coñazos3, o huyendo, dependiendo de la cantidad de fosforitos que tuviera cada grupo. Antonio había estado en varios desmayos, pero no se atrevía, y mientras contábamos los fosforitos recién comprados me dijo: Me gustaría que me desmayaran, pero me da miedo que no me despierten y mi papá llegue y me encuentre así. ¿Tu me prometes que me despertarás?. Claro, tonto - dije, sonriendo.
¿Que crees que sueñes? - le pregunté, mientras todos tomábamos posiciones. Juan era quien le iba a aplicar la presión. No sé.. con que tengo un grupo de rock.. como The Cure.. Lo vi sonreír. Como reflejando nuestras sonrisas. Como quien se va de viaje. Fue rápido. De un solo golpe. No requirió repeticiones. Lo posamos suavemente sobre unas almohadas y edredones que el mismo había puesto en el piso de la azotea. Nunca habíamos desmayado a nadie fuera del grupo. Nos quedamos un rato observándolo. Algo estaba mal. Su tórax no se movía. Evia puso el oído en su pecho y luego en su boca. No está respirando - dijo, aterrado.
Le dimos palmadas en la cara.. Le rociamos agua con los dedos.. Todos estábamos muy asustados. No despertaba. No sé cuanto tiempo pasó así. Salcedo lo tomó por un hombro y comenzó a sacudirlo fuertemente. Despertó, con los ojos muy enrojecidos y respirando con dificultad. Estaba tan aturdido que volvía a cerrar los ojos, y se quedaba como dormido, con la boca abierta. Cuando pudo sentarse por su propia cuenta, nos tranquilizamos. Estuvimos con él hasta que fue hora de que recogieran a Juan en la puerta del liceo, para asegurarnos que iba a estar bien. Nunca supimos si Evia mintió, pero ninguno de nosotros tuvo tanta dificultad para despertar en ninguna ocasión, como le había pasado a Antonio.
Pasaron días sin que volviéramos a hacer nada, ni siquiera salir a gastar los fosforitos que habíamos comprado esa tarde. Un viernes, nos reunimos en el mismo salón de siempre, el salón donde solía tener clases primer año sección "c" en las mañanas, pero nunca en las tardes. Supe que algo se había roto entre nosotros cuando Salcedo nos dijo que él no quería desmayarse ni ahora ni en próximas ocasiones. Juan, que por los temas de sus sueños, era quien menos disfrutaba los desmayos; tampoco quiso desmayarse. Ni hablar de Evia, que había sufrido mucho con el episodio de Antonio. Yo no estaba consciente de que esa iba a ser la última oportunidad de desmayarme así, y no lo estuve, hasta que terminó el año y mis padres me cambiaron de liceo, a uno en Los Teques.
La transferencia a otro liceo me transformó de cazador a presa. Un liceo nuevo donde todos se conocían entre si y yo solo era el nuevo con el corte de pelo raro que venía de Caracas. Cuando terminé el tercer año volví a cambiar de liceo para entrar en el Ciclo Diversificado y el desarraigo se convertiría en una constante para toda mi futura vida adulta. Nunca volví a ser desmayado. Nunca volví a fumar. Nunca volví a saber nada de Evia o Salcedo. Ni de Antonio. Ni de Juan.
--------
¿Qué? ¿Estás hablando en serio? ¿Uds. estaban locos?. No, ¿Por qué? - dije, intrigado. ¿Como que porqué? ¿Tu sabías que lo que estaban haciendo era provocándose paros cardíacos?. Lo miré desconcertado. Fue hace tres años, en una fiesta. Sentado con un grupo de amigos en la sala de mi casa, hablábamos de como había sido la primera vez que nos habíamos enamorado, cada uno. Hablé de Juan, y de como era yo en 1985. Uno de los asistentes a la fiesta era un médico cardiólogo. ¿Y de paso, lo hicieron más de una vez? ¡Qué locura! Muchacho no inventa nada bueno.. Dale gracias a Dios que ninguno de ustedes se murió como un mismo pendejo, porque sino probablemente tu no estuvieras ahora aquí contándonos esto.
Ni escribiendo ahora esto, me supongo. Y por supuesto, tu tampoco estarías leyéndolo.
TecBear [2004-12-11] [Sabana Grande, Caracas]
1Jubilarse. v. Slang. Vzla. Salir a un lugar, para dirigirse a otro, generalmente haciéndole creer a alguien que estarás en el primero. Jubilarse de Clases: uniformarse para ir a clases, pero nunca entrar a ellas.
2Fosforitos. s. Vzla. Pequeños fuegos artificiales explosivos sin mecha, que se encienden como un fósforo (cerillo).
3coñazos. s. Vzla. Golpes. Puñetazos.
Era fascinante. Antes de desmayarse, en la cara se dibujaba toda la emoción y expectativa de soñar y por supuesto, poder recordar el sueño. Algunos, como Evia, hacían un ruido horrible, como si hubiera vaciado todo el aire de sus pulmones en un ronquido macabro. A nosotros nos daba risa. Juan no hacía ruido, pero era el más difícil de desmayar porque era robusto y algo gordo. También solía golpearse porque era muy difícil mantenerlo de pie entre los tres. Salcedo siempre se quedaba con una sonrisa, y era fácil acostarlo encima de nuestros bolsos, como lo hacíamos con todos, porque era delgado. Yo supuestamente no hacía ruidos.
Cada uno soñaba cosas diferentes e interesantes. Juan soñaba con sus padres, y su mamá solía tener la cara de otra persona. Era sobreprotegido y sus padres lo traían y recogían todos los días. Cuando lo conseguían sucio o sudado, lo reprendían sin muchas reservas delante de nosotros. Salcedo soñaba con chicas, especialmente con Susana, una muchacha alta y voluptuosa que estudiaba con nosotros y era hija de portugueses. Cuando la veíamos, le tiraba besos y le picaba el ojo. Evia contaba historias inconexas, que sucedían en la recién inaugurada estación Metro de Las Adjuntas, donde de pronto aparecía la sala de su casa.. y era de noche.. mientras él desayunaba flotando en el aire.. un collage de lugares y situaciones absurdas. Algunas veces siniestras, otras veces cautivadoras. Todos esperábamos a que despertara el desmayado para que nos contara su sueño. Yo soñaba con mi casa en Caracas, la mayoría de las veces. Mi familia se había mudado meses atrás a Los Teques. La extrañaba mucho. A diferencia de los sueños que sucedían mientras dormías, los sueños durante el desmayo se sentían tan claros y lúcidos, que parecían mas recuerdos que sueños. También soñaba con Juan, de manera romántica, pero nunca se lo conté a ninguno de ellos. Tenia 12 años. El mayor de nosotros tenía 14. Estudiábamos segundo año del bachillerato. Nos hacíamos peinados con espuma de jabón azul para lavar ropa. Vestíamos pantalones rotos en las rodillas y pañuelos gigantes doblados como cinturones. Pretendíamos ser modernos. Usábamos palabras y frases como unisex, breakdance, generación halley, post-rock, vans, converse, punk, guerra de minitecas y salsa erótica. Transcurría 1985.
Jugábamos Dominó cada vez que desmayábamos a alguien. Generalmente solo pasaba una o dos partidas antes de que despertara el desmayado. El ruido de las piezas contribuía. Raras veces desmayábamos a más de dos de nosotros cuatro, porque después del desmayo te levantabas muy aturdido y no tenías muchas fuerzas para sostener a otro más desmayándose, particularmente a Juan. No teníamos idea de que tanto se practicaba en el liceo, pero una vez al salir del comedor al mediodía, vimos a un grupo desmayando a alguien contra un árbol de los alrededores y luego posándolo cuidadosamente en la grama. Así que si bien no era del dominio público, tampoco era un secreto.
Un día nos jubilamos1 de clase para ir a jugar Dominó y fumar cigarrillos en casa de Antonio, un muchachito judío que era hijo del dueño de la única zapatería de Las Adjuntas. Esa tarde escuchábamos She's so Inusual de Cindy Lauper y varios cassetes con mezclas de minitecas, que eran de Salcedo. La azotea de la casa tenía una vid y el techo era de plástico translúcido de color verde. Fumar Astor rojo, bajo ese techo, era como estar en Júpiter. Yo no le veía nada a fumar, ni siquiera ese estatus de hombre adulto que se suponía que confería. Cuando nos despedíamos, comprábamos chicle de menta para disimular el aliento, y mas de uno oraba en silencio que sus padres no lo descubriera. En esa época, si te veían fumando en la calle, hasta los transeúntes te regañaban. Por eso lo hacíamos en los salones del liceo donde sabíamos que iban a dar clases. O en la casa de Antonio, porque su papá pasaba todo el día trabajando.
Salcedo, Juan y Evia se quedaron jugando, mientras Antonio y yo bajamos a comprar fosforitos2. Éramos unos rufianes. Nos encantaba irnos por las calles a tirar fosforitos para luego salir huyendo. Esperábamos un poco después de encender uno y luego se lo tirábamos a transeúntes desprevenidos. Por debajo de los carros, con gente dentro de ellos. En las colas del supermercado. A los pies de los que se acumulaban frente a la tienda de discos (si, de acetato). Cuando encontrábamos a otro grupo del liceo, era el infierno en la tierra. Hacíamos una guerra de fosforitos. Terminaban ofreciéndonos coñazos3, o huyendo, dependiendo de la cantidad de fosforitos que tuviera cada grupo. Antonio había estado en varios desmayos, pero no se atrevía, y mientras contábamos los fosforitos recién comprados me dijo: Me gustaría que me desmayaran, pero me da miedo que no me despierten y mi papá llegue y me encuentre así. ¿Tu me prometes que me despertarás?. Claro, tonto - dije, sonriendo.
¿Que crees que sueñes? - le pregunté, mientras todos tomábamos posiciones. Juan era quien le iba a aplicar la presión. No sé.. con que tengo un grupo de rock.. como The Cure.. Lo vi sonreír. Como reflejando nuestras sonrisas. Como quien se va de viaje. Fue rápido. De un solo golpe. No requirió repeticiones. Lo posamos suavemente sobre unas almohadas y edredones que el mismo había puesto en el piso de la azotea. Nunca habíamos desmayado a nadie fuera del grupo. Nos quedamos un rato observándolo. Algo estaba mal. Su tórax no se movía. Evia puso el oído en su pecho y luego en su boca. No está respirando - dijo, aterrado.
Le dimos palmadas en la cara.. Le rociamos agua con los dedos.. Todos estábamos muy asustados. No despertaba. No sé cuanto tiempo pasó así. Salcedo lo tomó por un hombro y comenzó a sacudirlo fuertemente. Despertó, con los ojos muy enrojecidos y respirando con dificultad. Estaba tan aturdido que volvía a cerrar los ojos, y se quedaba como dormido, con la boca abierta. Cuando pudo sentarse por su propia cuenta, nos tranquilizamos. Estuvimos con él hasta que fue hora de que recogieran a Juan en la puerta del liceo, para asegurarnos que iba a estar bien. Nunca supimos si Evia mintió, pero ninguno de nosotros tuvo tanta dificultad para despertar en ninguna ocasión, como le había pasado a Antonio.
Pasaron días sin que volviéramos a hacer nada, ni siquiera salir a gastar los fosforitos que habíamos comprado esa tarde. Un viernes, nos reunimos en el mismo salón de siempre, el salón donde solía tener clases primer año sección "c" en las mañanas, pero nunca en las tardes. Supe que algo se había roto entre nosotros cuando Salcedo nos dijo que él no quería desmayarse ni ahora ni en próximas ocasiones. Juan, que por los temas de sus sueños, era quien menos disfrutaba los desmayos; tampoco quiso desmayarse. Ni hablar de Evia, que había sufrido mucho con el episodio de Antonio. Yo no estaba consciente de que esa iba a ser la última oportunidad de desmayarme así, y no lo estuve, hasta que terminó el año y mis padres me cambiaron de liceo, a uno en Los Teques.
La transferencia a otro liceo me transformó de cazador a presa. Un liceo nuevo donde todos se conocían entre si y yo solo era el nuevo con el corte de pelo raro que venía de Caracas. Cuando terminé el tercer año volví a cambiar de liceo para entrar en el Ciclo Diversificado y el desarraigo se convertiría en una constante para toda mi futura vida adulta. Nunca volví a ser desmayado. Nunca volví a fumar. Nunca volví a saber nada de Evia o Salcedo. Ni de Antonio. Ni de Juan.
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¿Qué? ¿Estás hablando en serio? ¿Uds. estaban locos?. No, ¿Por qué? - dije, intrigado. ¿Como que porqué? ¿Tu sabías que lo que estaban haciendo era provocándose paros cardíacos?. Lo miré desconcertado. Fue hace tres años, en una fiesta. Sentado con un grupo de amigos en la sala de mi casa, hablábamos de como había sido la primera vez que nos habíamos enamorado, cada uno. Hablé de Juan, y de como era yo en 1985. Uno de los asistentes a la fiesta era un médico cardiólogo. ¿Y de paso, lo hicieron más de una vez? ¡Qué locura! Muchacho no inventa nada bueno.. Dale gracias a Dios que ninguno de ustedes se murió como un mismo pendejo, porque sino probablemente tu no estuvieras ahora aquí contándonos esto.
Ni escribiendo ahora esto, me supongo. Y por supuesto, tu tampoco estarías leyéndolo.
TecBear [2004-12-11] [Sabana Grande, Caracas]
1Jubilarse. v. Slang. Vzla. Salir a un lugar, para dirigirse a otro, generalmente haciéndole creer a alguien que estarás en el primero. Jubilarse de Clases: uniformarse para ir a clases, pero nunca entrar a ellas.
2Fosforitos. s. Vzla. Pequeños fuegos artificiales explosivos sin mecha, que se encienden como un fósforo (cerillo).
3coñazos. s. Vzla. Golpes. Puñetazos.
13 opiniones:
Vaya! menos mal que no siguieron entonces, pero por lo de los sueños no había sido tan malo, tocar el subconsciente es algo maravilloso, aunque prefiero la manera tradicional, dormido por mi propio cansancio. Dale gracias a Dios que no tocastes una Ouija, como yo.
PD: Ese corte era un mullet? hehe... :¬D
Siempre he curioseado con algunas tècnicas de meditaciòn pasiva. Controlar la respiraciòn al mìnimo. Sin embargo hace unos años me llamò la atenciòn las tècnicas meditativas de Osho, que es una meditaciòn activa. Y consiste en acelerar la respiraciòn a ritmos un tanto exagerados, siempre me diò cierto temor este tipo de pràctica por la advertencia de un desmayo. Habìa otro filòsofo llamado Gurdjieff que tambièn aplicaba la respiraciòn activa combinada con un baile sufì (dando vueltas y vueltas). Bueno ha sido un post curioso el tuyo. Un saludo.
Beeerro que historia mas buena, como añoraba aquellas historias ochentosas que me contaban mis primos, que dias aquellos, algunas partes de tu narracion me recordaban al estilo de un libro que lei, "Pin pam pum"
si tienes mas, cuenta!!!
Saludos!
Epales! Gracias a todos por los comentarios. No podría confirmar si eran paros cardiacos o no. Todo se volvía oscuro en un instante y despues despertabas aturdido, con los muchachos alrededor, dando la bienvenida. No daba tiempo de evaluar ningún sintoma en el cuerpo, aparte del mareo y el sofocamiento que producia la hiperventilación. Un amigo estudiante de medicina me dijo hace días después de leer el post, que la hiperventilacion causa desmayo (Sincope, como lo llama él) y en ciertos casos, ACV. Yo nunca he tenido problemas cardiacos (digo yo) y a veces pienso si esos desmayos nos dejaron alguna secuela.
Muchacho no es gente grande...se ve interesante la experiencia, mas el metodo de inducción es como querer sacar un tornillo con un cuchillo de sierra: terminas jodiendolo.
Nunca habìa escuchado de eso, al menos acà en Panamà. Tambièn soy ochentera y gracias a Dios nunca vivì algo como eso (aunque debiò ser muy interesante), pero no creo que me habrìa atrevido a hacerlo, soy demasiado miedosa.
No supiste de algùn caso de que alguien no despertara?
No, Queen of Hearts. Nunca supe de ninguna muerte por este asunto. Supongo que debe ser difícil determinar si sucedió alguna, alguna vez. Es impredecible el comportamiento que unos adolescentes pueden tener sí se muere alguien de esa manera. Un escenario posible es abandonar la escena. Otro es mentir, y decir que simplemente la persona se desmayó. No sé que tan facil sea determinar que efectivamente hubo intervención de otras personas. Pura especulación de mi parte, por supuesto.
Saludos!
hello!
usto anoche estaba en una fiesta y con unos de los que estaban presentes charlábamos sobre este tema, al parecer sí lo hacían (solo que como yo ERA buena niña en esa época, no estaba dentro de mi estilo de vida).
ya puse tu link entre mis blogs! saluditos!
Umm... hoy supe de este 'fenomeno', incluso esta tarde estaba por hacermelo, pero como estaba sola temia que me pase algo, preferia hacerlo con mis compañeras, como le hicieron a una hoy... en el recreo. Nunca lo habia visto, su cara era terriblemente expresiva, depronto se puso violeta y balanceo pero enseguida se sento en el piso, en esos segundos temi mucho. Un instante despues levanto la cabeza y tenia los ojos rojos y la cara violeta, pero no habia pasado un 'trance' de desmayo. Es lo que no entiendo, cuanto duran esos episodios de sueño? y no siempre pasan, verdad? (como en el caso de mi compañera).
PD: Luego de leer esto, jamas lo haria. Cuanto daño puede causar la ignorancia.
Yo hago una cosa parecida, pero no toco el pecho. Me la enseñó un chico hará unos 4 meses, y lo practiqué mucho. Llegábamos a hacerlo hasta 20 veces al día, entre nosotros o con más gente. Lo llamábamos la técnica Wolphry, e incluso lo pusimos en Youtube. Pongo este post porque realmente lo he hecho mas de 200 veces, y me parece que si podría pasar algo malo, ya habría pasado. Lo más raro ha sido algunas convulsiones, pero tan sólo durante 5 segundos. Éso lo quería aclarar, como lo hago yo, el desmayo no dura más de 5 segundos. Échenles un ojo si quieren. He intentado aprender nuevas maneras, pero esa de apretar el pecho (creo que oprimiendo el nervio vagal) no me parece muy recomendable. Un saludo
Fiodor> He visto varios videos en YouTube de lo que llamas la técnica Wolphry, y a mi me parece que efectivamente, si explota el reflejo del nervio vagal a nivel del cuello y provoca sincope vasovagal. Ni idea si tiene efectos secundarios, pero la técnica no es nueva, es exactamente la que describe bureado. Para provocar sincope completo, me supongo que deben mantener la presión aplicada hasta que se pierda la consciencia. En esos videos pareciera que el efecto dura solo dos o tres segundos.
Saludos, y mucho fundamento :) jejeje
No puedo comprender que eso os gustara. Yo tengo síncopes espontáneos a causa de un problema cardíaco y os aseguro que es cualquier cosa menos una delicia. Daría lo que fuera por estar segura de que jamás me volverá a pasar. Tal vez un desmayo vasovagal sea menos desagradable, no sé. Para mí es una experiencia horrible.
En cuanto a lo de la muerte de neuronas y esas cosas, en principio es necesario que la hipoxia (ausencia de oxígeno) dure bastante para provocar daños cerebrales significativos. Pero es mejor no jugar con fuego.
los ddddesmayadoresssss... estaba ayer con 3 amigos y nos desmayamos, 2 de ellos lo hacen desde hace mucho tiempo, pero para mi y mi otro amigo fue la primera vez, sentiamos suficiente miedo como para no atrevernos a hacerlo, mas xq parece un ritual extraño, pero empece a sacar argumento extraños como que no me importaba morir para convencerme de hacerlo, me puse de cuclillas empece a hiperventilar me puse de pie, me presionaron el pecho y pense "esto no va a funcionar", luego estaba en otro mundo, era un mundo demasiado extraño pero me sentia muy muy muy a gusto, recuerdo q sentia como que llevaba una eternidad ahi y cuando empece a despertar veia a mis amigos completamente extrañado, no sabia donde estaba, ni xq me dolian los pies ni quieres eran ni xq nada, solo sabia q queria q me devolvieran al mundo no real del cual sali cuando me despertaron, tarde masomenos unos 15 segundos en recobrar toda la conciencia pero para mi fue otra vida.... y un mundo aun mas real q este...
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